Hola a todos!! Os dejo a continuación una alternativa al inicio del capítulo 1 que colgué la semana pasada. Como sé que es muy corto, no os preocupeis, ya que a mitad de semana colgaré un nuevo capítulo como compensación. Os deseo una lectura corta pero agradable.
Eran las 4 de la tarde, y todos los habitantes de Privet Drive parecían estar descansando en el interior de sus casas. La única persona que no tenía ganas de descansar se encontraba en el número 4.
Harry Potter, que así se llamaba, era un chico de 16 años, y era un mago. Era alto y ese verano había crecido unos centímetros, tenía ojos de un verde brillante y un pelo negro azabache siempre alborotado. Llevaba gafas redondas y en la frente tenía una delgada cicatriz en forma de rayo. Era esa cicatriz lo que le convertía en alguien especial, entre los magos. La cicatriz era el motivo por el cual Harry vivía con los Dursley, la única familia que le quedaba. La noche de Hallowen de hacía 16 años, Lord Voldemort, el mago tenebroso más poderoso de todos los tiempos había matado a los padres de Harry, y cuando se dispuso a matar a Harry, que entonces solo tenía un año, la maldición rebotó en el niño y se volvió contra Voldemort, que quedó medio muerto mientras que a Harry le quedó la cicatriz en forma de rayo debido al impacto de la maldición asesina. A partir de entonces estuvo viviendo en casa de sus tíos hasta que el día de su undécimo cumpleaños recibió una carta en la que le informaban de que tenía reservada una plaza en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Desde ese momento había asistido a Hogwarts y cada año se enfrentó a diversos retos, algunos más peligrosos que otros, pero ninguno tan importante como el que tuvo lugar a finales del sexto curso de Harry en Hogwarts, unas semanas atrás.
Harry, que se encontraba asomado a la ventana de su habitación no dejaba de pensar en lo ocurrido, y lo que es más, no terminaba de aceptar la muerte de Albus Dumbledore, el antiguo director y profesor de Hogwarts.
Una y otra vez le venían a la mente escenas donde se encontraba con el profesor en la torre de Astronomía del colegio; momentos antes de que Severus Snape, el antiguo profesor de pociones y de Defensa contra las Artes Oscuras durante ese curso, lanzara un Avada Kedavra contra Dumbledore provocándole la muerte instantánea. Lo que Harry no terminaba de entender era porque Dumbledore lo había paralizado cuando llegaron a la torre de Astronomía momentos antes de que entrara Snape y matara al profesor. Si no lo hubiera paralizado -pensó Harry-, podía haber intervenido y haber evitado la tragedia. Otra de las cosas que no terminaba de encajar era la ausencia de Fawkes, el fénix de Dumbledore, cuando su dueño se encontraba en peligro; y la extraña visión que tuvo Harry durante el funeral de Dumbledore, cuando se incendió el cadáver del profesor y le pareció ver como un fénix volaba hacia el cielo.
Harry Potter, que así se llamaba, era un chico de 16 años, y era un mago. Era alto y ese verano había crecido unos centímetros, tenía ojos de un verde brillante y un pelo negro azabache siempre alborotado. Llevaba gafas redondas y en la frente tenía una delgada cicatriz en forma de rayo. Era esa cicatriz lo que le convertía en alguien especial, entre los magos. La cicatriz era el motivo por el cual Harry vivía con los Dursley, la única familia que le quedaba. La noche de Hallowen de hacía 16 años, Lord Voldemort, el mago tenebroso más poderoso de todos los tiempos había matado a los padres de Harry, y cuando se dispuso a matar a Harry, que entonces solo tenía un año, la maldición rebotó en el niño y se volvió contra Voldemort, que quedó medio muerto mientras que a Harry le quedó la cicatriz en forma de rayo debido al impacto de la maldición asesina. A partir de entonces estuvo viviendo en casa de sus tíos hasta que el día de su undécimo cumpleaños recibió una carta en la que le informaban de que tenía reservada una plaza en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Desde ese momento había asistido a Hogwarts y cada año se enfrentó a diversos retos, algunos más peligrosos que otros, pero ninguno tan importante como el que tuvo lugar a finales del sexto curso de Harry en Hogwarts, unas semanas atrás.
Harry, que se encontraba asomado a la ventana de su habitación no dejaba de pensar en lo ocurrido, y lo que es más, no terminaba de aceptar la muerte de Albus Dumbledore, el antiguo director y profesor de Hogwarts.
Una y otra vez le venían a la mente escenas donde se encontraba con el profesor en la torre de Astronomía del colegio; momentos antes de que Severus Snape, el antiguo profesor de pociones y de Defensa contra las Artes Oscuras durante ese curso, lanzara un Avada Kedavra contra Dumbledore provocándole la muerte instantánea. Lo que Harry no terminaba de entender era porque Dumbledore lo había paralizado cuando llegaron a la torre de Astronomía momentos antes de que entrara Snape y matara al profesor. Si no lo hubiera paralizado -pensó Harry-, podía haber intervenido y haber evitado la tragedia. Otra de las cosas que no terminaba de encajar era la ausencia de Fawkes, el fénix de Dumbledore, cuando su dueño se encontraba en peligro; y la extraña visión que tuvo Harry durante el funeral de Dumbledore, cuando se incendió el cadáver del profesor y le pareció ver como un fénix volaba hacia el cielo.
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